La bandana y el hombre en el árbol

Foto: Twitter @Cristiano

Sin Cristiano, sin fichajes de estrellas y sin tiempo para atravesar el duelo, la melancolía madridista únicamente se cura con más victorias

El 11 de septiembre de 2004, el día que el AS Livorno regresó a la Serie A después de 55 años de ausencia, miles de aficionados livorneses aparecieron en las gradas de San Siro para animar a su equipo, que empató a dos con el AC Milan, ataviados con una bandana en la cabeza. El gesto adquiere relevancia cuando se explica: aquel pañuelo lo popularizó el Silvio Berlusconi más juerguista, el del bronceado pulcro, la sonrisa histriónica, la camisa blanca abierta por el pecho y las manos demasiado largas. Il Cavaliere también era el dueño del club lombardo y el jefe del Gobierno del país (y, con sus holdings, el jefe, a secas, de más de la mitad de la población transalpina), y en Italia se vive con una gran certeza: la temperatura política no se mide por encuestas y muestreos, sino por las reclamaciones y el número de pancartas que surgen desde las gradas de los estadios.

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