El contenido y el continente



(Foto: Reuters/http://www.lainformacion.com/)

Me desagrada la bipolarización existente en el mundo y busco recovecos, distintos escondites entre la amplia gama de grises, para huir alevosa y premeditadamente del blanco y del negro cuando participo en agradables tertulias nocturnas sobre política, economía, cultura, deportes o lo que sea. Inmediatamente, descubro a mis colegas en ese intercambio de positivas discusiones según sea su ideología de izquierda o de derecha, su papeleta del Partido Popular o del Partido Socialista Obrero Español, o su ocio balompédico con elástica blanca o azulgrana. Escucho cada uno de esos discursos planos, repetidos ciegamente, siempre con las mismas palabras y las mismas tesis, tras haber leído las editoriales de El Mundo o El País, Intereconomía o La Sexta, y me doy cuenta de que me quedo callado durante horas y no abro la boca para hablar hasta que no regreso a la calidez invernal de mi hogar.


Me desagrada, me incomoda, la bipolarización existente en el mundo y pienso que Jose Mourinho debe ser extremadamente feliz, con su persona y su personaje, con su contenido y su continente, en esa bipolarización indestructible. Porque solo conozco mourinhistas y antimourinhistas, porque no hay camino medio en esa cruzada de amor u odio al técnico portugués, que repiten hasta la saciedad sus leyes máximas e innegociables, las que llenan las páginas del As, el Marca, el Mundo Deportivo o el Sport. Para los mourinhistas, todos están contra Mou, el único mesías verdadero: los árbitros, los organismos, el calendario, los periodistas e incluso los pseudomadridistas. Para los antimourinhistas, el técnico luso es un mal entrenador terriblemente sobrevalorado y víctima de su propio personaje.

Pienso en ellos, en los mourinhistas y en los antimourinhistas, en los dos polos opuestos de un micromundo bipolarizado a imagen y semejanza del mundo real, y me pregunto si no estarán equivocados ambos. Porque, como leí hace tiempo al gran John Carlin, puede que el manido discurso de todos están contra mí de Mourinho sirviera en un Chelsea de una Liga y dos trofeos de la Recopa hasta su llegada o en un Inter de Milán sin alzarse con la Copa de Europa desde el año 1965, pero no en el Real Madrid, en el elegido mejor club del siglo XX en la historia del fútbol. Porque, en realidad, no hay nada que sea más injusto para el resto de equipos del balompié nacional, para los Real Zaragoza, Real Betis o Deportivo de la Coruña, que el propio Real Madrid o el FC Barcelona justifiquen su ausencia de éxitos en conspiraciones arbitrales, manejadas por los hilos de organizaciones judeo-masónicas con presidentes que se perpetúan en el poder. Porque, en el lado contrario, no hay nada más desacertado que catalogar a Mourinho de mal entrenador sin entrar a valorar sus aciertos tácticos en un Oporto bicampeón de la Liga portuguesa y de la Copa de Europa y la Copa de la UEFA. Porque, de hecho, es injustificable obivar que decisiones de entrenador de Mou han tenido contra las cuerdas, y han conseguido derrotar, al mejor Barça de la historia. Con el Chelsea, con el Inter de Milán y con el Real Madrid.

Pienso en Mourinho y me acuerdo de Sir Alex Ferguson, entrenador del Manchester United desde 1986 y que ha alzado 37 títulos oficiales con los Red Devils desde entonces. Pienso en Ferguson y descubro que no hay entrenador más simple que él tácticamente hablando. Siempre con el mismo sistema, el mismo estilo y la misma filosofía de juego. Rudimentaria, arcaica, sencilla, incluso hasta se podría decir que insultante en un lenguaje puramente táctico. Y realmente es insultante, pero nunca se me ocurriría decir que Ferguson es un mal entrenador de fútbol. Porque no lo es. Porque sus éxitos me demuestran lo contrario. Porque hay miles de tonalidades grises que me enseñan que la afirmación no tiene que ser blanca o negra por exigencia del mundo bipolarizado. Motivación. Acierto en los fichajes. Continuidad en el proyecto. Unión en el vestuario. Liderazgo. Son muchas las razones que pintan de gris cada afirmación que haga con Ferguson.

Quizá ese sea también el camino con Mourinho. Quizá también haya baldosas grises entre la disputa blanca de los mourinhistas y la disputa negra de los antimourinhistas en el tablero de ajedrez. Quizá haya que reconocer el término medio para valorar en su justa medida a Mou, el entrenador de fútbol en el que su continente acabó destrozando a su contenido. Para regocijo de la bipolarización.

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