Asistencias



(Foto: EuropaPress/http://www.zonadostres.com/)

Hoy empezaré con una disculpa: mi amigo Dani, un tipo genial, me pide habitualmente que escriba de rugby en este espacio. Reconozco que todas las semanas pienso en escribir unas líneas de rugby, pero nunca me atrevo a dar el paso. ¿La razón? Cuando pienso en rugby siempre me acuerdo de mi abuelo Sebas. ¿Por qué? Por culpa del Mundial de 1995 que vi en su casa. Por ello, nunca quiero escribir de rugby. Amé tanto a mi abuelo y respeto tanto el rugby que ponerme a escribir aquí de ello sería un momento catártico de lágrimas y recuerdos que prefiero no afrontar por el bien de mi cabeza. Así que os dejo un vídeo del Club Rugby Guadalajara que puede resumir bien con imágenes las palabras escritas que saldrían de mis manos. Es mi forma de pedir disculpas antes de ponerme a escribir sobre otro tema.


Porque cuando yo era pequeño y jugaba en la cantera del extinto Club Baloncesto Guadalajara adoraba dar asistencias a mis compañeros. Recuerdo especialmente mi segundo año de infantil cuando después de cuatro o cinco partidos todos mis compañeros habían anotado ya una canasta excepto yo. En un partido en Azuqueca de Henares que íbamos ganando con comodidad todos mis compañeros me buscaban para que anotara mi primera canasta y yo recibía el balón, penetraba y, cuando estaba solo bajo la canasta, daba un pase más para que anotara alguno de mis compañeros. Incluso hubo contraataques de dos contra ninguno en los que en vez de entrar a canasta repartí otra asistencia más a mis compañeros ante el enfado monumental de mi entrenador. Pero a mí me daba igual su enfado: meter una canasta es algo rutinario, poder inventar una asistencia que beneficie a tus compañeros es la felicidad definitiva.

Esa sensación de felicidad definitiva seguro que la conocen bien Ricky Rubio, José Manuel Calderón y Sergio Rodríguez. El primero de ellos regresó el sábado a las canchas después de nueve meses lesionado. Mientras, Calde cerró ayer por la noche un gran partido ante los Rockets con un triple-doble (18 puntos, 14 asistencias y 10 rebotes). Por último, Rodríguez volvió a ser determinante ayer domingo por la mañana en una nueva victoria liguera del Real Madrid, la duodécima en otros tantos encuentros.

Objetivamente, los tres son bases muy diferentes en su estilo de juego y trayectoria, pero hay un aspecto que les incluye en un mismo grupo de jugadores de baloncesto. Y no me refiero a su paso por la NBA o a sus éxitos con la selección española, ni a las críticas que han recibido a lo largo de su carrera (reconociendo que el Chacho se pudo equivocar al irse a la NBA tan joven, enterrar a un jugador de su calidad y con tanto baloncesto que dar en su vuelta a España es tan injusto y ciego como criticar a un jugador como Ricky Rubio cuando tenía catorce o quince años y acababa de debutar en la Liga ACB) o el interés que han mostrado todos los grandes equipos europeos por tenerles en sus filas para poder alzarse con la Euroliga. Me refiero única y exclusivamente a su capacidad ilimitada de encontrar la asistencia necesaria, la que va a permitir a su compañero anotar y responder a tu sonrisa con otra sonrisa.

Si yo hubiese sido jugador de baloncesto profesional (no tengo ningún problema en reconocer que nunca tuve las capacidades físicas o de talento necesarias, ni el compromiso, la intensidad y la ambición competitiva que se requieren) creo que nunca habría tirado a canasta (y menos a tablero, de pequeño lo consideraba una ofensa a la estética). Simplemente habría buscado dar una asistencia más, el pase inimaginable por debajo de las piernas, por la espalda o en alley-oop que hubiera levantado a los espectadores de su asiento, que hubiera visto mi sonrisa devuelta por la de mi compañero. Simplemente habría buscado la felicidad definitiva. Pero como no soy un jugador de baloncesto profesional, me levanto del sofá y sonrío al televisor cada vez que Ricky Rubio, José Manuel Calderón o Sergio Rodríguez se inventan una nueva asistencia. Porque sé que lo hacen por mí. Porque sé que lo hacen por todos aquellos que prefieren hacer felices a dos personas en vez de a una sola.

Comentarios

  1. He intentado comentar antes, parece que no se ha guardado. Pido perdón por adelantado en caso de que aparezcan dos comentarios :).

    Decía que la asistencia es la esencia del baloncesto, sin ella no existiría este juego y si existiera no nos engancharía como nos engancha. Por eso, ver a Steve Nash, Jason Kidd o Rajon Rondo me produce mucha más satisfacción que ver a Kobe metiendo 81 puntos o a Carmelo consiguiendo un 80% en triples.

    Lebron lo comprendió el año pasado y no les fué mal.

    P.D. Calderón consiguió su triple doble sin perder ningún balón, chapeau para él.

    ResponderEliminar
  2. Nash o Rondo son como un picnic de verano con Asta en el campo verde de Lietuva, señor Escartí!!!

    Cuídese!!

    Un abrazo!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario