Pereza



(Foto: http://www.cronodeporte.com/)

"Leo Messi es posiblemente el mejor jugador de fútbol que haya visto en mi vida". La frase es de mi padre y supongo que tiene interés ponerla en este espacio por tres razones. Primero, porque mi padre tiene 63 años de edad y ha visto jugar a Di Stéfano, Pelé, Beckenbauer, Johan Cruyff o Maradona. Segundo, porque mi padre es capaz, y no exagero, de sentarse en el sofá del salón de su casa un fin de semana y verse seis partidos de Primera División y alguno de Segunda, juegue el equipo que juegue, para enfado de mi madre y gloria de los programadores del Canal Plus Liga. Y tercero, porque mi padre es un acérrimo seguidor desde que nació del Real Madrid y en la actualidad es realmente complicado encontrar a un aficionado madridista que diga en voz alta, aunque pueda que lo piense en voz baja, que el futbolista argentino es posiblemente el mejor jugador de fútbol que alguien haya visto en su vida. Pero mi padre me lo dijo, no recuerdo muy bien por qué, y yo ejerzo de mal hijo y lo escribo aquí para que todo el mundo sepa que él lo dijo pese a que se ponga desde que se levanta hasta que se acuesta la camiseta blanca del equipo de Chamartín. Me imagino que me desheredará por estas líneas. Lo entiendo perfectamente.


Yo, en cambio, nunca he dicho en voz alta que Leo Messi es posiblemente el mejor jugador de fútbol que haya visto en mi vida, aunque es más que probable que así sea, aunque es prácticamente seguro a ciencia cierta que así es. Pero reconozco que me cuesta decirlo abiertamente, porque es muy probable que en el mundo del fútbol no haya nada que me dé más pereza (salvo los periodos de fichajes, aunque eso es por defecto profesional) que los premios individuales y la necesidad intrínseca al ser humano de tener que destacar a un futbolista por encima del resto. No entiendo la razón por la que hay que diferenciar entre grandes futbolistas, por la que hay que ensalzar a uno a costa de otros. No entiendo de verdad la razón por la que hay que elegir, por poner un ejemplo, entre Messi, Cristiano Ronaldo, Falcao, Casillas, Iniesta, Neymar o Xavi, cuando se puede disfrutar de ellos cada semana. ¿Messi es mejor que Cristiano Ronaldo? Para unos aficionados, sí; para otros, no. ¿Falcao es mejor que Neymar? Para unos, sí; para otros, no. ¿Iniesta es mejor que Xavi? Para unos, sí; para otros, no. Y así podríamos estar horas, días, semanas, meses, años, lustros, décadas y siglos enteros hasta que esos aficionados llegaran a ponerse de acuerdo. Porque, de hecho, nunca terminarían poniéndose de acuerdo.

En realidad, eso, esa discusión, esa división de opiniones, es lo normal: es imposible medir objetivamente quién es el mejor jugador de fútbol de la actualidad, tan imposible como elegir al mejor jugador de fútbol de la historia pese a que la FIFA eligiera a Pelé cuando terminó el siglo XX. Y es imposible porque se puede medir de muchas maneras (títulos, goles, capacidad de desborde, calidad, técnica, visión de juego, incidencia en las victorias, acciones decisivas, regate, entrega defensiva, inteligencia y tantas y tantas otras características que no cabrían en todo el post), pero ningún jugador tendrá nunca todos los parámetros necesarios para encontrar la unanimidad indiscutible entre el público. Ningún jugador de fútbol de la historia logrará emocionar al unísono a todos los aficionados, porque el fútbol, que sí que es principalmente emoción, sin duda; emociona de distinta manera a un aficionado y a otro. Sirva de ejemplo, el juego de toque del FC Barcelona de Guardiola o la velocidad y capacidad de ejecución del Real Madrid de Mourinho, dos estilos diferentes que emocionan a sus adeptos y aburren a sus detractores. Millones, en ambos casos.

El fútbol, como la belleza o el arte, si se me permite la comparación, emociona de forma imprevisible. Habrá aficionados que se emocionen con las arrancadas, esos pasos coreografiados de El Lago de los Cisnes de Tchaikovsky, que ejecuta en cada partido Leo Messi, pero habrá otros a los que les aburran soberanamente y se emocionen, en cambio, con los disparos teledirigidos, bajo el fondo sonoro de La Cabalgata de las Valkirias de Wagner, que lanza a puerta Cristiano Ronaldo. Y seguramente ambas emociones puedan ser plenas sin desmerecer a la otra. Porque yo, si hago un ejercicio de perspectiva y me sitúo por ejemplo en el año 1994, tengo que reconocer que muchos de los jugadores que alzaron el Balón de Oro o el Fifa World Player desde entonces no lograron emocionarme nunca, que solo unos pocos (Ronaldo, Zidane, Cristiano Ronaldo o Messi, en un vistazo rápido a la lista) sí que consiguieron emocionarme de verdad y que muchos de los que nunca lograron alzar esos dos galardones fueron los jugadores que más me emocionaron sobre un terreno de juego. Y lo digo en voz alta, aunque sepa que probablemente no llegaron a ser tan buenos jugadores como los que se llevaron el galardón. Siempre y cuando entendamos el fútbol sin su capacidad de emoción. Pero yo a eso sí que me niego.      

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