Froome se quedó sin besos



(Foto: AFP/http://www.abc.es/fotos-deportes/20120720/chris-froome-bradley-wiggins-1503102542895.html)

Dentro de veinte años las imágenes de televisión seguirán mostrando la evidencia. Bradley Wiggins habrá ganado el Tour de Francia del 2012, pero muchos espectadores pondrán su victoria en duda. Por culpa de un ciclista británico nacido en Kenia, Christopher Froome.


Si nada cambia en la contrarreloj individual de hoy, que no va a cambiar, el podio de mañana en París estará formado por Wiggins, primero, Froome, segundo, y Nibali, tercero. Aunque algunos dudarán de que ese sea el orden merecido. Porque muchos pensarán que este ha sido el Tour de la sorpresa agradable del joven Pinot, de la contundencia victoriosa de Sagan, de la tradicional e histriónica teatralidad en la montaña de Voeckler, de la valentía como excepción de Nibali y Van den Broeck, del ocaso de Evans, del insulto de Radioshack/Nissan a la maravillosa regularidad de Haimar Zubeldia, de la combatividad de Vinoukurov, Egoi Martínez o Kessiakoff, de la reiteración de caídas masivas o de las justas victorias de etapa de Luis León Sánchez y Alejandro Valverde, pero seguro que la mayoría de ellos no considera a Wiggins como el mejor corredor, el vencedor absoluto, de todos los que han participado en este Tour. Por culpa de un compañero de equipo, Christopher Froome.

Las imágenes de televisión estarán ahí, cogiendo polvo en las hemerotecas para alimentar la razón de la duda de todos los aficionados que se sentaron en el sofá en un caluroso mes de julio para ver un año más la carrera francesa. Así lo hicieron y vieron como cuando llegaba la alta montaña, los puertos míticos que se alzan hasta el infinito para que los ciclistas le den la mano al limbo, Froome, el mejor gregario de Wiggins, demostraba tener más fuerzas que su líder y le dejaba tirado en la carretera en busca de los besos en la mejillas de las chicas guapas que te visten de amarillo. Pero Froome, con más fuerza que los rivales, se quedó sin besos, se quedó sin vestir el amarillo, se quedó sin poner su nombre con oro en la primera página de los anales del Tour del 2012. Por culpa de un pinganillo que emite sonidos de un jefe cuando el corredor ni siquiera tiene oxígeno para respirar, por culpa de las órdenes de equipo.

Soy un firme defensor de la solidaridad, el compañerismo o la amistad en el deporte, de los buenos gestos y la educación. Son los valores que más me gustan del deporte. Pero también soy un firme defensor de que en el deporte de competición tiene que ganar el mejor, sin órdenes de equipo que condicionen el resultado final. Porque los gregarios se merecen también el laurel. Porque el deporte se nutre habitualmente de gestas inesperadas. Porque el equipo Sky ha insultado a todos los amantes del deporte. Porque Froome, en este Tour, también se ha merecido los besos. Tantos o más que Wiggins.

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