El 'cucchiaio' de Pirlo



(Foto: http://sports.yahoo.com/soccer/blog/dirty-tackle/post/andrea-pirlos-genius-penalty-that-sparked-italys-shootout-win-over-england?urn=sow-wp13061)

Quizá haya que entender esta entrada desde mi conocida tendencia a llevar la contraria a la masa, pero a mí sí me gusta Italia y, evidentemente, su selección de fútbol masculino. Me pasa eso desde que era un crío, cuando conocí a jugadores como Paolo Maldini o Franco Baresi y vi a un tal Roberto Baggio en el Mundial de 1990. Continuó con Alessandro del Piero. Se hizo eterno con Francesco Totti. Tuvo un gran momento el día que Antonio Cassano marcó su primer gol en la Serie A con el Bari ante el Inter de Milán. Y llegó a su plenitud desde hace prácticamente tres lustros en la figura de Andrea Pirlo, uno de esos jugadores que nunca deberían retirarse de los terrenos de juego.


Como casi todos, descubrí a Pirlo con su llegada al Inter después de hacerse jugador en el Brescia, la escuadra de su ciudad. Era un talentoso mediapunta, de latente calidad, con un gran disparo, capacidad para el regate en espacios cortos y una visión infinita en el último pase. Un proyecto de jugador top que, pese a ello, no contó con minutos y tuvo que irse cedido primero a la Reggina y después de nuevo al Brescia para poder acabar triunfando. No en vano, en el equipo en el que creció y pese a que solo disputó diez partidos desde que llegó en enero tras lesionarse en el mes de abril, Pirlo vivió una decisión a la postre definitiva en su larga carrera: el veterano técnico Carlo Mazzone decidió retrasar su posición a mediocentro para poderle hacerle un hueco en el once inicial, ya que en la mediapunta jugaba Roberto Baggio en el cénit de su longeva trayectoria.

Un año después, Pirlo, a sus 22 años, dejó el Inter para pasar al Milan (uno de sus máximos rivales junto a la Juventus), donde Carlo Ancelotti, que llegó como técnico en noviembre, siguió apostando por la presencia del exmediapunta por delante de la defensa para generar juego. Lo que pasó después, es ya una bella y sublime historia del mejor fútbol. Porque en una época en la que todos los entrenadores del mundo apostaban sin reservas por un doble pivote de músculo y trabajo en el medio del campo, Pirlo dio lecciones de balompié a cada uno de esos iluminados desde la soledad del puesto del 'cinco'. Lecciones que se enmarcaban en la gestión del ritmo del ataque, pausado cuando era necesario, el intercambio entre el juego de toque y el pase en profundidad para los desmarques en velocidad o en el acierto a balón parado; pero que también se enmarcaban en la solidaridad en la presión al rival tras pérdida, una de las grandes virtudes del jugador italiano siempre escondida por su aura de elegancia.

En la actualidad, Pirlo, una verdadera leyenda del fútbol europeo que viste la camiseta de la Juve, se acerca a sus últimas lecciones en la Eurocopa. Por ahora, con 33 años, ya ha conseguido meter en semifinales a la selección italiana y dejar para la posteridad una obra de arte en forma de penalti en la tanda decisiva de cuartos de final ante Inglaterra. Mucha gente recordará para siempre su pena máxima a lo Panenka, su cucchiaio, que cambió por completo el devenir de la tanda. Yo, también. Pero sobre todo recordaré su cara en ese lanzamiento, impasible, sin mover ningún músculo pese a la tensión del momento, consciente de que su nombre siempre estará por méritos propios en el anuario de la historia del fútbol. Porque lo estará, como está el nombre de Gigi Meroni, aquella mariposa que volaba y que me hizo querer a Italia. Así seguro que sí que se entiende esta entrada.

Comentarios