Dos ganadores, un campeón



La final de la Liga Endesa que terminó en la tarde de ayer sábado deja un merecido campeón, el FC Barcelona, y dos ganadores: el Real Madrid, que perdió en cinco encuentros una Liga que habría vencido en tres, y el baloncesto, fortalecido en 'prime time' en La Primera merced a la intensidad, emoción ilimitada y calidad de los cinco encuentros. Y es que nadie puede dudar de que el básket español necesitaba una serie como ésta o como las semifinales entre los madrileños y el Baskonia.

El Barça ha terminado siendo el campeón de la final más igualada que se recuerda en años, ya que se podría decir sin motivos para ruborizarse que la escuadra madridista debería haber sido también campeona. Un triple de Marcelinho Huertas en el último segundo del primer partido podría explicar el resultado final de la serie, si bien sería injusto trasladar a un único instante, de suerte o no, cinco partidos de méritos y fallos de ambos equipos.

Porque, por muy paradójico que parezca, el conjunto azulgrana comenzó a ganar esta Liga en el tercer partido, después de perder por 26 puntos (85-59), ponerse abajo en la serie (1-2) y tener que jugar un cuarto partido en Madrid. Con un renqueante Juan Carlos Navarro, el jugador más determinante de la Liga ACB en años, sin Ndong, el FC Barcelona se apoyó en la inmensa calidad de Lorbek y el carácter ganador de Mickeal, con la inesperada aparición de CJ Wallace, para volver a recuperar su favoritismo en la serie en un cuarto partido que tuvo la sensación de definitivo. En todos los aspectos. 

Mención aparte, eso sí, merece Xavi Pascual, el técnico azulgrana, que demostró todas las virtudes como entrenador que razonan su extenso palmarés en tan poco tiempo de carrera con una gestión de la plantilla y unos cambios tácticos, principalmente la introducción de la zona, que terminaron cambiando la final. De hecho, desde la primera jugada del cuarto encuentro, el Barça, que había llegado cansado a esta serie definitiva, recuperó su olor a grandeza de los últimos años para ser superior a un Real Madrid en una final en la que hasta ese momento nunca había sido superior.

Ese día, en cambio, el Real Madrid perdió un título que había merecido ganar totalmente en tres partidos, los tres primeros. Catapultado por el control del rebote y un acierto descomunal en el tiro exterior, el equipo de Pablo Laso, brillante en sus decisiones en la mayoría de la temporada pese a las críticas recibidas, supo mantener su atrayente estilo ofensivo ante la física defensa del FC Barcelona para hacer sentir importantes a todos los jugadores de su plantel. De tal modo, el equipo blanco siempre encontró en los momentos de dudas la aportación de su conjunto y rondó el título, lo mereció ganar, hasta el ecuador de la serie para terminar encajando la derrota en una de sus grandes virtudes, la juventud. Porque, mientras se diluía su juego interior -algunos de los postes blancos han sido los grandes derrotados de la serie-, el Real Madrid encontró en la necesidad de ganar su miedo definitivo, la ansiedad, para terminar perdiendo ante un Barça que creció definitivamente cuando el conjunto blanco comenzó a empequeñecerse. Cuestión de carácter. Cuestión de éxitos. Cuestión de ánimos. Cuestiones decisivas en una final de un nivel sobresaliente. Ya era hora. La hora del básket.      

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