Buscando la línea perfecta


(Foto: EFE/http://www.elcomercio.com/deportes/tenis-ATP-Roger_Federer_0_719928019.html)

Algunos dicen que Roger Federer nunca suda, que está bañado en la fragancia que desprenden los dioses. Otros cuentan que el suizo no se quita el esmoquin para jugar al tenis y que va destrozando rivales con la misma elegancia con la que James Bond mata a los malos en sus películas. La mayoría pregona que el actual número tres de la ATP nació con un don y que en todas la escuelas de tenis del mundo deberían poner imágenes del juego del suizo para que los futuros tenistas sepan realmente lo que es jugar al tenis. Todos ellos llevan razón.


Porque cuando Federer salta a la pista el universo se detiene y los escribanos de la historia deportiva preparan páginas de oro para los lectores del futuro. El suizo, envuelto en 185 centímetros de altura de maestría y perfección, desafía la realidad en el mundo de los autómatas y busca siempre en cada punto el golpe definitivo, el revés milimétrico, la línea perfecta. La teoría y la práctica. El fondo y la forma. Simplemente la belleza absoluta.

Incluso, hay gente que sostiene que Roger Federer no es humano. Yo sé que no es verdad. Porque yo he visto al tenista suizo llorar sus lágrimas de frustración sobre la tierra batida y sobre la hierba. Y he visto a Tommy Haas vencerle esta mañana en Halle y dejarle sin sumar el 75º título de su carrera en la ATP.

Lo que esa gente no sabe es que yo también he visto siempre a Federer levantarse, secarse sus lágrimas y volver a vencer, a derrotar rivales sin sudar, sumando muescas con nombres y apellidos en su revólver en forma de revés a una mano. Y todo ello con casi 31 años y camino de los tres lustros de carrera profesional.

Algunos dicen que Roger Federer seguirá jugando hasta los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Yo sé que él podría jugar hasta cuando quisiera. Porque en cada partido de tenis que todavía le queda por jugar al suizo en cualquier punto puede estar la línea perfecta. Ese es el arte sublime que teje desde hace quince años Roger Federer. El tenista que siempre vence, el hombre que algunas veces llora.      

Comentarios