Un laurel para la eternidad


(FOTO: http://www.chiquitele.com/)

Hoy recuerdo en mi blog un reportaje especial. Se trata de 'Un laurel para la eternidad', que publiqué el viernes 8 de agosto del 2008 en el extinto Guadalajara Dosmil. ¿Por qué es especial? Por su elaboración (lo tuve que realizar fuera del horario laboral y de la redacción, y estuve escribiendo en mi antigua habitación en casa de mis padres durante calurosas noches estivales), por su temática (los Juegos Olímpicos, mi amor más infantil) y por lo que terminó significando (gracias a él recibí el primero de los dos premios periodísticos que he recibido en mi trayectoria profesional). Os lo dejo:


Un laurel para la eternidad

Desde que el Barón de Coubertin inventara su acepción moderna a finales del siglo XIX, no hay ninguna competición deportiva que haya superado la impronta en todo el mundo de los Juegos Olímpicos. Quizá el Mundial de fútbol pueda irle a la zaga a nivel de importancia, pero las Olimpiadas, que aglutinan a miles de deportistas y decenas de deportes durante un verano cada cuatro años, tienen un aura esplendorosa que hace que todos los deportistas sueñen con ponerse al cuello la medalla de oro desde que son pequeños. De Steffi Graff a Michael Jordan, por citar a alguno de los más grandes de todos los tiempos.

Un aura que se ha ido incrementando con el paso de las décadas. En gran medida por los éxitos sorprendentes de los que se nutre la historia de las Olimpiadas: las siete medallas de oro del nadador estadounidense Mark Spitz en Munich 1972, las cortas piernas del finés Paavo Nurmi en el mediofondo, Bikila ganando descalzo la maratón en Roma 1960, aquellos saltos de Beamon y Fosbury en México 1968 o el dominio de Carl Lewis en las carreras de velocidad de los años 80. Pero también por las tragedias que han sacudido los Olimpiadas en sí, desde el secuestro y muerte de atletas judíos en la propia cita de Munich, al suicidio del maratoniano japonés Tsuburaya tras ser superado por el citado Bikila en el maratón de Tokio 1964.

Todos buscan esa hoja de laurel que reciben los que suben al cajón y que representa un pase de primera clase a la eternidad de la historia deportiva, pero el influjo de unos Juegos Olímpicos llega más allá y hasta recibir un diploma olímpico (terminar en posiciones de final) es considerado por todos como un logro. Porque el segundo no es un perdedor, sino que la medalla es el premio. El laurel. La gloria eterna.

Así ha sido desde que Atenas acogiera en 1896 la primera edición de estos Juegos Olímpicos modernos que en poco se parecen a las de la antigua Grecia. Desde que Barcelona inaugurara con la vigesimoquinta edición disputada en 1992 una nueva era, mucho más global, mucho más publicitaria, mucho más consumista. Ahora, dieciséis años después, Pekín acoge desde hoy la vigesimonovena edición. Una edición en la que la capital china, la misma en la que está situada la maravillosa ‘Ciudad Prohibida’ que tan bien inmortalizó en el cine Bernardo Bertolucci, tiene que demostrar que la nación más poblada del planeta está preparada para el futuro, aunque pese sobre ella todo tipo de temores debido a sus restricciones humanitarias. Un nuevo desafío para las Olimpiadas, capaces siempre de ser avanzadillas en las revoluciones sociales a pesar de boicots y desencuentros. Con los éxitos de la mamá holandesa Fanny Blankers-Koen en Londres 1948, las medallas del afroamericano Jesse Owens en Berlín 1936 bajo la mirada de Hitler o el ‘black power’ entonado por Tommie  Smith y John Carlos en México 1968.

Tal es la magnitud global de este evento, que lo particular se queda en anécdota. Y más si esa particularidad llega desde Guadalajara. Porque en nuestra provincia nunca se generó una sólida corriente de éxito en ninguna materia. Desde la cultura al deporte, pasando por la ciencia. Tan sólo hemos gozado de individuos que destacan por generación espontánea, pero que nunca consolidan las bases de un futuro comunitario más halagüeño. Una triste historia que puede que esté cambiando.

Y es que, por primera vez, las Olimpiadas podrán hablar de Guadalajara en género plural y colectivo, ya que hasta seis deportistas oriundos, criados, residentes o relacionados con nuestra provincia tomarán parte de Pekín 2008. Se trata de la luchadora Teresa Méndez, las maratonianas Sandra Ruales y Yesenia Centeno, el saltador Luis Felipe Méliz y los taekwondistas Vicente Muriel y Sonia Reyes. A ellos también hay que unir a la retahíla de deportistas cuyos padres o abuelos nacieron en nuestra provincia, como es el caso, entre otros, de los ‘habituales’ J. J. Hombrados, Jorge Garbajosa y Raquel Corral, integrantes de las selecciones de balonmano, baloncesto y natación sincronizada, respectivamente. También estará el aloverano Juan Carlos Martín, uno de los seleccionadores del equipo nacional de ciclismo. Y todavía podría caber alguno más en la bolsa de equipaje, siempre y cuando se hubiera sido justo con la mejor tiradora española de la actualidad, Vanesa Majuelo. Habrá que esperar a Londres 2012, esas Olimpiadas que el destino negó a Madrid.

¿Varias medallas?

Pero las Olimpiadas de Pekín puede que no sólo pasen a la historia por la importante presencia de deportistas ligados a nuestra provincia, sino porque las posibilidades de conseguir más de una medalla con sabor guadalajareño –a nivel individual, el saltador Joan Lino Martínez fue bronce en Atenas, mientras que, a nivel colectivo, J. J. Hombrados consiguió una medalla de plata en Atlanta 1996 con la selección de balonmano­– ha dejado de ser una mera quimera de optimismo crónico. De hecho, una madrileña afincada en Hueva podría ser la primera mujer de la provincia en conseguir subir al cajón después de que Sonia Reyes se quedara a un sólo paso hace cuatro años.

Con 25 años, 163 centímetros y 63 kilos, María Teresa Méndez Mayo (Madrid, 1982) tiene muchas opciones de colgarse una medalla en la categoría de 63 kilos de lucha libre femenina. La luchadora del Club Altair de Pastrana ya fue pionera en su deporte al ser la primera medallista española de toda la historia con su bronce cosechado en el Europeo de Bulgaria de hace tres años. Un año después, en la propia China, Méndez rozó el bronce en un Mundial de la especialidad que terminó en quinta posición. Ahora, esta licenciada en Ciencias del Trabajo y diplomada en Turismo, que empezó haciendo judo, regresa al país asiático para conseguir subir de nuevo al cajón: "¡Para no luchar por medalla no voy hasta Pekín!", aseveró hace casi un mes en una entrevista concedida al diario Marca.

Y lo puede hacer, además, en un deporte eminentemente olímpico, aunque desconocido para la mayoría. No en vano, la lucha era uno de los deportes principales de los antiguos Juegos Olímpicos y está presente en las Olimpiadas modernas –bajo la denominación de lucha grecorromana– desde su comienzo en Atenas en el año 1896. Un deporte milenario que puede convertir a Guadalajara, a Hueva, en una página más de los almanaques deportivos si el domingo 17 Teresa Méndez sube al cajón del China Agricultural University Gymnasium.

El atletismo llega desde América

Sin duda, la lucha es un deporte con una clara ligazón olímpica, pero, entre todos los deportes del mundo, el deporte rey de las Olimpiadas es el atletismo. Algunos de los olímpicos más carismáticos completaron sus gestas sobre la pista, desde Al Oerter a Edwin Moses; aunque también las mayores ofensas se produjeron dentro de los estadios olímpicos, como la descalificación por dopaje del canadiense Ben Johnson después de volar por delante de Carl Lewis en la final de Seúl 1988.

Casi se puede aseverar sin miedo a equivocarse que los Juegos Olímpicos no existirían sin el atletismo y que el propio atletismo se inventó para ser el centro de las Olimpiadas modernas. Un atletismo que contará con la presencia de tres atletas ligados a Guadalajara, aunque nacidos al otro lado del Océano Atlántico. Es el caso de la maratoniana hispano-cubana Yesenia Centeno, la también maratoniana hispano-ecuatoriana Sandra Ruales y el saltador de longitud hispano-cubano Luis Felipe Méliz.

A la menuda Yesenia Centeno Sousa (Ciego de Ávila –Cuba-, 1971), de 157 centímetros y 47 kilos, Pekín, su primera Olimpiada, le llega con 37 años de edad. Desde su Cuba natal aterrizó en España y se nacionalizó para conseguir grandes retos. Ahora, tras dominar los 5000 y los 10000 metros con rotundidad –desde el 2003 suma numerosos entorchados nacionales en ambas distancias– será una de las representantes españolas en la exigente prueba del Maratón (42195 metros), después de que consiguiera la mínima olímpica en una magistral carrera en Hamburgo. "Esta es mi última oportunidad de participar en unos Juegos Olímpicos. No tengo nada que perder", ratificó la atleta del Valencia Terra i Mar a la revista especializada Runner’s nada más conseguir el billete para Pekín. Al igual que Teresa Méndez, el día grande de Centeno será el domingo 17 de agosto. Día en que se estrenará en unas Olimpiadas y lo hará ni más ni menos que en la histórica prueba del maratón.

Junto con la hispano-cubana, el maratón femenino de los Juegos Olímpicos de Pekín contará también con la presencia de la hispano-ecuatoriana afincada en Guadalajara Sandra Ruales. La historia de Sandra de las Mercedes Ruales Mosquera (Quito –Ecuador, 1974) es más propia de un guión social dirigido por Ken Loach que de una deportista que va camino de sus segundas Olimpiadas consecutivas. A pesar de ser cinco veces campeona junior de Ecuador y de ser profesora de educación física en un instituto, la ecuatoriana decidió emigrar con su hija pequeña a España en 1999 y huir de su país que, tal y como contó a la Cámara Mundial del Migrante hace unos meses, "iba de mal en peor". Ya en Guadalajara, con los papeles en regla, y con su marido y entrenador Washington Latta; Ruales, que cuidaba niños, regresó al atletismo después de que su esposo se encontrara en las pistas de la Fuente La Niña con el atleta argentino Antonio Silio. Como explica en la citada entrevista, el argentino fue el que le regaló sus "primeras zapatillas y ropa para entrenar". Unos años más tarde de eso, la hispano-ecuatoriana, habitual en todas las carreras que se disputan en la provincia, terminó en una meritoria 36ª posición en la maratón de Atenas 2004. Cuatro años después, Ruales, que viajó en el mes de julio hasta su país natal para hacer ejercicios de aclimatación contra la importante contaminación que encontrará en Pekín, sueña con terminar entre las veinte primeras: "No sería real desear ganar el oro", se sincera la atleta que corre bajo la bandera de Ecuador.

Tras la dupla maratoniana, el tercer atleta ligado a Guadalajara pero nacido más allá del Océano Atlántico será Luis Felipe Méliz Linares (Villa Clara –Cuba-, 1979). Objetivamente, el saltador hispano-cubano, de 182 centímetros y 77 kilos, es, junto con Teresa Méndez, la mayor opción de medalla de la expedición guadalajareña. Méliz, que debuta en unos Juegos Olímpicos como español aunque ya fue séptimo en Sydney 2000 cuando representaba a Cuba, llega a Pekín con el reciente entorchado nacional conseguido en las Islas Canarias y tratará de emular a su compatriota Joan Lino Martínez, medalla de bronce en Atenas. Y es que la trayectoria de los dos hispanos-cubanos es casi simétrica: los dos estuvieron por primera vez en la capital provincial con la selección cubana, los dos se casaron con alcarreñas, los dos han tenido descendencia en la ciudad guadalajareña y los dos viajaban en cercanías o en autobús todos los días desde Guadalajara a la Residencia Blume madrileña para entrenar. El caso particular del atleta del Playas de Castellón es el de un talento puro: con 19 años se anotó el bronce en el Mundial junior, con 20 fue plata en la Universiada y con apenas un año más ya acreditaba unos increíbles 8,43 metros como mejor marca personal. Una marca que no ha conseguido superar desde entonces, pero que a buen seguro que si la supera en Pekín le valdría un puesto en el cajón. Méliz tendrá el sábado 16 la clasificación, mientras que la final sería tres días después también en el Nacional Stadium. Una final que puede acabar en medalla, en una dulce recompensa para un atleta que está a punto de cumplir un lustro de residencia en la capital provincial. “Estoy muy estable sobre mis marcas y si me acerco a mi marca personal de 8,43, la repito o la mejoro, hay podio”, vaticina el hispano-cubano en una entrevista concedida al CLAMO, el programa de becas para deportistas de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Y sentencia: “Estamos muy contentos, tanto yo como mi familia, de representar a España en estos JJ. OO.”.

El taekwondo, en la reserva

La nómina de deportistas relacionados con la provincia se cierra con dos taekwondistas oriundos de ella, Sonia Reyes (Guadalajara, 1977) y Vicente Muriel (Cabanillas del Campo, 1983). En ambos casos, su participación en las Olimpiadas no es segura, ya que van a Pekín como reservas de los tres seleccionados españoles en taekwondo, un deporte que en los Juegos Olímpicos reduce a la mitad las categorías a disputar (cuatro en lugar de las ocho habituales) y que clasifica a los deportistas según su puesto en dos competiciones preolímpicas (una europea y otra mundial) y no según su ránking mundial.

Ni un currículum envidiable (doble medallista europea y mundial) le ha servido a Sonia Reyes para repetir presencia como titular en unas Olimpiadas. La taekwondista alcarreña estuvo a un paso de la medalla en Atenas, donde fue cuarta tras perder por la mínima ante la mexicana Iridia Salazar (1-2) en un combate inolvidable. Ahora, la guadalajareña, que ha sido madre de una niña en este periodo de cuatro años, irá a Pekín en busca de una segunda oportunidad que sólo le llegaría en caso de lesión de Rosana Simón, titular española en su categoría. “El cuarto puesto en Atenas ha sido la mejor experiencia de mi carrera deportiva”, se sinceró Reyes hace unos días en una entrevista concedida al CLAMO. “Fue un sueño cumplido, porque hay que tener en cuenta que sólo una o dos personas [en taekwondo] de cada país consiguen ir a unos Juegos”, añadió la alcarreña.

Con el mismo panorama se encuentra el prometedor taekwondista campiñero Vicente Muriel, campeón mundial junior y medallista universitario. Si acaso, Muriel (que en las Olimpiadas tiene que competir en el peso mosca pese a pertenecer al peso minimosca) tiene alguna posibilidad de luchar el jueves 21 por las medallas por los problemas físicos que arrastra su compatriota Juan Antonio Ramos, doble campeón mundial y europeo. A buen seguro que el rápido taekwondista de Cabanillas del Campo aprovecharía esa hipotética oportunidad, puesto que su vida ha sido ese deporte desde que apenas era un crío. Aunque puede que haya que esperar cuatro años más. A Londres 2012, sus olimpiadas. “Sí, claro, en el 2012 tendré sólo 28 años, una muy buena edad para el taekwondo”, analiza el campiñero en conversación telefónica con este medio un día antes de partir a la capital china. Y añade con rotunda sinceridad: “Ojalá pueda competir [en las Olimpiadas que comienzan hoy], pero ir a Pekín con el equipo nacional ya es una experiencia increíble”.

Quizá en la cita londinense, Guadalajara, esa provincia con más de cuatro centenares de pueblos, tenga todavía más representación olímpica. Y más éxito. Y más laureles para la eternidad.

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